Acoso psicológico en el trabajo: ¿Por qué a mí?

Estamos en un entorno en el que se normaliza la violencia con mucha facilidad.

Es bastante habitual escuchar frases como:

Hay que aguantar…,

Me va en el sueldo…,

Es parte del trabajo,..

refiriéndose a situaciones en las que hay, objetivamente, un maltrato por parte de determinadas personas en el entorno laboral, o incluso a nivel institucional.

La Conferencia General de la Organización Internacional del Trabajo, reconoce, que «la violencia y el acoso en el mundo del trabajo afectan a la salud psicológica, física y sexual de las personas, a su dignidad, y a su entorno familiar y social

El mobbing o acoso psicológico en el trabajo, es un proceso en forma de espiral, va de menos a más y tiende a cronificarse. Como otras violencias, empieza de forma sutil, insidiosa, para ir creciendo en estrategias y gravedad. Esta característica es muy relevante, ya que provoca que sea difícil de identificar en un principio.

De hecho, una persona tarda una media de 18 meses en detectar que está sufriendo acoso.

La realidad es que el acoso va a ir creciendo, mientras haya personas que quieran hacer prevalecer sus privilegios o sus derechos sobre otras, y el entorno organizativo se lo permita.

Una cuestión que se repite cuando alguien sufre acoso psicológico es la pregunta:

«¿por qué a mí?, ¿qué estoy haciendo mal?, ¿qué hay de malo en mí para que me pase esto?»

Y la respuesta es aterradora, porque no hay nada malo en la persona sufridora, al menos nada tan malo que justifique esa actitud destructiva y manipuladora por parte de otrx u otrxs. Aquí comparto lo que apuntan las investigaciones al respecto:

¿Por qué a mí?

— por despertar celos profesionales, ante una buena actitud y alta competencia laboral.

— por no dejarse manipular, no ceder ante presiones para hacer las cosas de determinada manera, por no caer en el servilismo ni ceder a una mayoría que se mueve más por intereses particulares o partidistas que por el interés organizacional.

— por ser de un perfil muy diferente a la mayoría: ser mujer en un grupo de hombres, tener mayor cualificación, ser mucho más joven, o más mayor, pertenecer a otra cultura,… son factores que nos hace un poco más vulnerables a esta violencia.

— por la personalidad enfermiza de la persona acosador: déspota, paranoica, psicopática,…

— por ser la persona elegida para dar ejemplo de qué pasa cuando no se cede a lo que decide el grupo abusador.

Teniendo en cuenta los puntos anteriores, haga lo que haga la persona víctima de acoso, es muy probable que el hostigamiento se mantenga. De ahí que vaya apareciendo un cuadro de síntomas físicos, psicológicos y sociales que afectarán directamente a su salud si se mantienen en el tiempo. Síntomas como los siguientes:

Trastornos intestinales y digestivos, contracturas musculares persistentes, trastornos del sueño, dificultades de concentración, irascibilidad, cansancio permanente, apatía, incapacidad de disfrute, pensamientos negativos recurrentes e intrusivos, evitación de situaciones y retraimiento social.

Una de las características que tiene el mobbing es la diversidad de estrategias que abarca. Son múltiples y con el mismo objetivo: minar la estabilidad de la persona acosada (aunque a ella le cueste creérselo). Las conductas más frecuentes que se refieren son las siguientes:

Ejercer contra la persona una presión indebida o arbitraria para realizar su trabajo. O dicho de otra manera: machacar a la persona de forma persistente.

Desvalorar sistemáticamente su esfuerzo o éxito profesional y evaluar su trabajo de forma sesgada. Esto es, no reconocer los progresos o simplemente desvalorizar el trabajo bien hecho.

Menoscabar o menospreciar personal o profesionalmente a la persona.

Ningunear, ignorar, excluir o hacerle el vacío, fingir no verla o hacerla «invisible».

Amplificar y dramatizar de manera injustificada los pequeños errores.

– Restringir las posibilidades de comunicación y reunión.

Sufrir acoso laboral tiene que dejar de ser un tabú. Es importante detectar las primeras actitudes hostiles para hacerles frente y, quizá, frenar esa espiral de hostigamiento. Darnos cuenta de que hay conductas que no se justifican con nada, con ningún error en el desempeño laboral. Saber que el circuito de violencia psicológica tiene forma de espiral (va de menos a más) nos ayudará a tomar decisiones, a poner los límites necesarios en cualquier relación interpersonal. Porque si no se toman cartas en el asunto, el abuso fácilmente se agravará con el tiempo.

Hay que hablar y pedir ayuda, consultar los posibles protocolos que existan al respecto, dar aviso a quien corresponda y, si se da el caso, denunciarlo.

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